lunes, 13 de abril de 2015

Te veo pero no me ves

e3623793.jpgTítulo original: Caché
Director: Michael Haneke
Año: 2005
Duración: 117 minutos
País: Francia
Guión: Michael Haneke
Reparto: Daniel Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Bénichou, Annie Girardot, Lester Makedonsky, Bernard Le Coq, Walid Afkir, Daniel Duval, Aïssa Maïga
Productora: Coproducción Francia-Austria-Alemania-Italia; Les Films du Losange / Wega Film / Bavaria Film / BIM Distribuzione



Conociendo a Haneke

Michael Haneke es un director y guionista austríaco que se formó en la Universidad de Viena y, tras graduarse, se convirtió en crítico de cine. Su debut como realizador fue con un filme titulado El séptimo continente (1989).

Caché es la primera película de este autor en la que utiliza cámaras de vídeo de alta definición.

El estilo de Haneke es abiertamente lúgubre y retorcido. Sus cintas se caracterizan por la violencia tanto, física como psicológica, que sufren sus protagonistas.
Generalmente, sus películas se desarrollan alrededor de familias que viven de manera acomodada. Tienen de todo menos problemas. Pero en todas ellas se introduce un poder inquietante. Posiblemente, el hecho de que sean familias burguesas las que sufren los ataques de una fuerza maligna, lanza un mensaje de que el dinero no da la felicidad.

La evidencia del ambiente de cordial, de la perfecta armonía entre los cónyuges y sus descendientes, hace que el espectador quede prendado de esa vida idílica desde el minuto uno, propiciando así la tensión psicológica que Haneke pretende crear en el  espectador cuando la realidad de los personajes se interrumpe por una acción exterior.

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Si nos paramos a mirar la vida del director, podemos descubrir que sus padres se separaron cuando era muy pequeño. El anhelo de una familia unida y próspera que le fue negada desde niño por motivos ajenos a él puede ser la razón que lleve a este autor a reproducir familias felices que se ven truncadas

El espíritu del mal

En la película que nos ocupa, lo que invade el hogar, provocando la incertidumbre en el seno familiar, es la llegada de una serie de cintas de vídeo misteriosas y dibujos macabros.

La primera reacción es de sorpresa y curiosidad. El matrimonio ve la primera película expectante, pero en ella sólo se muestra la fachada de su casa durante dos horas. Tras el visionado, viene la pregunta evidente: quién. Alguien tiene que haberla grabado, alguien tiene que habernos hecho llegar esa cinta. La intriga se cierne sobre los personajes y los espectadores al mismo tiempo.

Georges, el protagonista, es presentador de televisión y esto puede llevar a pensar que es algún espectador pero, conforme más películas llegan, mayor es el anhelo de encontrar a la persona que se encuentra detrás. Se sienten observados, vigilados en todo momento. Sin embargo, este personaje hará un descubrimiento al seguir el recorrido que hace una de las cintas: llegará a la casa de Majid, un hombre argelino a quien parece no conocer. No obstante, según avancemos, nos desvela que se crió junto a él.

El recuerdo del protagonista acerca de este personaje es bastante tétrico. Abre su mente y nos revela un niño que decapita gallinas con hachas.

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Sin embargo, en el presente, es mostrado como un hombre sencillo y sincero, que no busca problemas. Muestra mucha serenidad en contra posición al estado nervioso del protagonista que irrumpe en el piso bastante alterado, ya que piensa que es él quien está detrás de todo.


Cualquier tiempo pasado no fue mejor

No es una coincidencia que la persona que se toma como culpable sea de nacionalidad argelina. Si nos remontamos varios años atrás descubrimos que Francia había establecido una colonización en Argelia desde 1830. Después de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad argelina tuvo deseos de independizarse del país galo, lo que dio lugar a la Guerra de Independencia de Argelia (1954 - 1962).

Mientras se libraba la guerra, en Francia los ciudadanos argelinos sufrían una gran represión que les llevaba a numerosas manifestaciones en las que la policía cargaba brutalmente contra ellos causando numerosas muertes que el Estado se encargaba de enmascarar.

Estos eran los hechos que acontecían a principios de la década de los sesenta, época a la que se remonta el protagonista para explicarnos, mediante flash-back el motivo por el que Majid creció en su casa.

La familia de Georges vivía cómodamente en una gran casona y gozaban del servicio de los padres de Majid. Cuando la represión contra su etnia se volvió extremadamente dura, decidieron volver a su país de origen dejando atrás a su hijo, quien sería adoptado por la familia a la que servían y así podría tener un mejor futuro.

Georges, no aceptó la decisión de sus padres de quedarse al niño, que es retratado como un ser sin piedad que mata gallinas y escupe sangre, tal como representan los dibujos que está recibiendo en el presente.


Todo depende del cristal con que se mira

Esta película cambiaría totalmente si alteramos la manera en que Haneke emplea las luces y las sombras. Es una película en la que el mayor contraste lo encontramos en el plano a contraluz de Majid matando a la gallina de niño.

El tratamiento de la imagen es un tema bastante interesante, pues no resulta  una estampa demasiado oscura para lo siniestro que es el trasfondo de la historia. Siempre aplica la cantidad justa de luz, pero las sombras no se marcan de manera exagerada ni de día ni de noche.

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La gran luminosidad que reina en algunos momentos, se puede identificar con la trama principal del filme. El protagonista es un personaje público, por lo que es fácil conocer su vida. Todo es luz, todo está expuesto.

Los personajes se mueven de un lugar a otro: viven en casa, van a trabajar, a la escuela… En realidad lo que les está sucediendo es algo que los persigue, lo que quiere decir que vayan donde vayan están amenazados.

El espacio que es digno de mención se trata de la casas de Majid, de la que sólo se nos muestra la puerta de la entrada y a la derecha una mesa de comedor y una especie de cocina. Aquí es donde tiene lugar el momento más desgarrador de la película.

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El argelino llama a Georges para hablar de las cintas y en lugar de ofrecerle una explicación, se corta el cuello muriendo al instante. Este hecho no hace más que aumentar la presión psicológica del personaje principal, quien se refugia en que fue una acción repentina que no pudo evitar.

Cuando esto sucede, el protagonista queda paralizado y el plano fijo se alarga de manera deliberada creando gran tensión.

El uso de plano fijos es muy frecuente en la grabación y la duración de los mismos se alarga durante varios minutos en los que no hay acción.


Muerto el perro se acabó la rabia
El descubrimiento del personaje de Majid fue un hallazgo que arrojaba un poco de luz. Por fin teníamos un culpable, alguien a quien poder enfrentarnos. A pesar de su tranquilidad cuando asegura que no tiene nada que ver con lo que está sucediendo, todos respiramos cuando se suicidó a sangre fría, pensando que la familia por fin podría volver a su vida normal.

Para nuestra sorpresa las circunstancias no cambian, confirmando que el argelino había dicho la verdad en todo momento. Ahora hay un personaje inocente muerto y la situación sigue siendo la misma.

El hijo de Majid aparece en el trabajo de Georges para intercambiar unas palabras en un tono algo desproporcionado, pero sabe que él no le mató aunque fuera la única persona que se encontraba en la casa.

En el último plano de la película, el cual se prolonga durante cuatros eternos minutos, podemos distinguir al hijo de Majid hablando con Pierrot, el hijo de Georges. Esto nos conduce a pensar que ambos han estado en contacto durante todo el filme.
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Si no es feliz, no es el final

El final, intencionadamente abierto, nos deja un mal sabor de boca. Aunque podamos pensar que el responsable de las cintas, los dibujos y las llamas era el hijo de Majid, oculto durante toda la película al igual que el auténtico culpable, no podemos verificarlo.
Hemos sido espectadores del tormento de la familia y no hemos hecho nada. Nos hemos sentado con James Stewart delante de La ventana indiscreta a mirar cómo ese hombre se vuelve loco mientras su vida y la de su familia se convierte en El show de Truman.

El sentimiento de culpabilidad que nos invade tras los créditos es asfixiante. Hemos sido cómplices del malhechor, ya que registra en las grabaciones su mirada y la ha compartido con nosotros. Muy hábilmente Handke nos ha puesto en la piel del culpable.

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